HooooOla SerHumanoLindo!
Estos días que el tema ha estado nuevamente presente en mi entorno (mi padre ha estado últimamente entrando con cierta frecuencia en el hospital y esta vez parecía que iba a ser una de esas “entradas sin salida”… no ha sido así), quiero compartirte una idea que descubrí hace un par de años, sobre la vida y la muerte que quizás te ayude a ver a la muerte desde otro punto de vista.
Ya te conté que en alguna ocasión estuve a punto de irme porque pensaba y sentía que ya no había nada más para mí en este mundo y que la vida tampoco me estaba dando más que angustia y dolor, así que ¿para qué seguir aquí?
Entonces la depresión, que es esa tela que empaña la visión y no te deja ver la verdad sin distorsionarla antes horriblemente, tergiversaba todo mi mundo y lo convirtió en insoportable hasta el punto de decir “me voy”.
Y me iba a ir, a gusto.
Pero no tenía fuerzas ni para eso.
Así que no me fui.
Y no sólo no me fui, sino que me empeñé en limpiar esa tela de araña pegajosa que me tapaba la razón y trabajé y trabajé, hasta convertir esa sensación de vida miserable sin esperanza ni interés en otra cosa que me dejara al menos respirar.
Y lo logré.
Y no sólo lo logré, sino que fui más lejos y ahora vivo en un estado diametralmente opuesto, que no sabía ni que se podía alcanzar
Y que me he empeñado en que la mayor cantidad de gente la alcance también.
La cosa que descubrí con el miedo a la muerte y a la vida (porque van un poco de la mano y se retroalimentan) es que cuando le pierdes el miedo a la vida y te dedicas a vivirla cada día, le pierdes también el miedo a la muerte.
Y es que creo que el miedo a la segunda es porque no quieres irte cuando tienes cosas pendientes, y la principal cosa que queda pendiente podría ser la de no vivir todo eso que tienes ganas de sentir.
Porque al final vinimos a experimentar en el cuerpo
A sentir
A sentirlo todo, incluso eso que nos da miedo a sentir (el abandono, la falta de amor, estar perdidos, la soledad y los demás sentimientos “negativos”); siendo la paradoja que, gracias a eso que no queremos sentir, valoramos y ponemos en perspectiva todo eso “bueno” que tanto soñamos, anhelamos y disfrutamos.
Yo, cuando ya no quise irme y empecé a conocerme y a entender que el juego es alcanzar la completitud y el amor incondicional hacia mi, para poder ejecutar mi máximo potencial en el tablero llamado vida, decidí que quería (y sigo queriendo) vivir hasta los 121 años.
Y antes de que pienses que son muchos te diré que, biológicamente, nuestros cuerpos están hechos para alcanzar ese tiempo con facilidad (otra cosa es la programación mental que adquirimos que dice que son “muchos años”)
Mi plan con esa edad es el siguiente: ya que lo pasé mal, con picos de bastante mal y algunos insoportablemente mal, hasta los 46 años y desde los 50 estoy en una espiral ascendente hacia encontrarme cada vez mejor, los años que me quedaran hasta los 121 serán es pec ta cu la res!!
Y no es que me levante cada día pensando en eso, en lo que pienso mayoritariamente es en crear, construir, propiciar, facilitar, que todos mis cuerpos (mental, emocional, físico, espiritual y hasta el económico) estén preparados y dando pasos hacia allí, de tal forma que, cuando llego a la cama, sé que si me muero esa noche, me iré contenta.
Y como no sé cuando ni de que forma llegará el momento final, no tengo apegos ni reproches ni protestas por todo lo que queda por hacer.
¿Que quiero muchas cosas y hay unas cuantas que tal vez no alcance?
Me da igual, porque mientras no me estoy despistando ni desatendiendo todo lo que esté en mi mano para vivir de la mejor manera posible.
Y creo que ese es el truco: hacer lo mejor que pueda hoy, ahora.
No sé qué me traerá el día de mañana, si besaré o no a esa boca perfecta, lo que sé es que mientras llega o no ese momento, igualmente seguiré haciendo hoy lo de hoy y mañana… lo de mañana.
Y no dejándome nada de lo importante por decir, hacer ni sentir.
Y por eso me puedes encontrar con este positivismo casi ciego (tengo mis momentos, también, no te creas!… pero se me pasan pronto: sólo tengo que darme cuenta de lo que me inquieta, ponerlo en perspectiva de lo que supone en el plano general y hacerme unas risas cuando me percato que eso no será ni una anécdota interesante, el día que me llegue el momento)
Y así me encontrarás cualquier tarde, estudiando la manera de cumplir mis sueños y materializar mis proyectos, caminando o mirando a las nubes pasar, absorta y relamiéndome como un gato recién comido, porque sé que pase lo que pase… todo es como debe de ser.
Y ¿tú mayfren?: ¿ya le perdiste también el miedo a la muerte?
Deseo que si, para que puedas vivir tu vida a lo bestia ;)
Te dejo con ese recado por hoy y con un beso enorme que lo acompaña…
cuídate mucho muchos,
Concetta